lunes, 19 de julio de 2010



Delirio asfalto


Toda esta poesía que a mi alrededor vuela


abriéndose como un capullo ante mis ojos,


revoloteando como mariposa ciega


como una revelación alucinada,


que llena mis pulmones de alivio e invade mi vista de calma


toda esta poesía que la naturaleza derrocha


por las cuatro esquinas de la tierra alumbrada


es la pulsión de vida que ha empujado y empuja


Sin descanso, ni quebranto


al primero y al último de los hombres a existir,


libre de simulacros.


Que deleite explorar tu desnudez sensata,


hermosa mujer, dadora de vida.


Que alegría que mis ojos te fumen, y mi tacto te lea.


Que alegría que tus pechos me críen


Y que tus ríos serpenteantes me beban


Como al viento las ramas.


Que tristeza que tus raíces se apaguen


Cual corazón de chupaflor


Cuando es sorprendido por un espanto:


Tan frágil, tan manso.


Y que tu hijo te entierre debajo, muy debajo


de su delirio asfalto, insaciable sanguijuela parda


que ha mamado de la savia de su santa madre


hasta estrangular la generosidad de su alma.


De su verde alma. Hasta ingerir su generosidad rebelde.

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